Esta cita surge de la profunda experiencia de la Madre Teresa trabajando en las calles de Calcuta con los más marginados de la sociedad. Desafía la obsesión del mundo moderno por la grandiosidad y el logro, enfatizando en cambio el poder transformador de las pequeñas acciones llenas de amor. La Madre Teresa entendía que el verdadero cambio no proviene de gestos grandiosos, sino de actos de bondad consistentes y humildes. Esta filosofía guió todo su ministerio entre los pobres, demostrando cómo acciones aparentemente insignificantes, cuando se realizan con amor genuino, pueden crear ondas de cambio positivo en el mundo.